La Basílica de Guadalupe de la ciudad de Santa Fe (Argentina) ha organizado en este mes de septiembre un ciclo de testimonios vocacionales con el lema «La alegría de una vida entregada». Inició este espacio, el martes 15 de septiembre, el P. Olidio Panigo, párroco y delegado episcopal para la Basílica de Guadalupe. Luego, el 17 de septiembre compartió su testimonio vocacional la Hna. María Cristina Ruiz, y hoy, 22 de septiembre, será la Hna. María Concepción Gamboa quien nos ofrezca su experiencia en el seguimiento de Jesús Eucaristía.
Completarán esta iniciativa otros sacerdotes que trabajan pastoralmente en la Basílica y, a través de un video, también participarán las Hermanas Carmelitas Descalzas de la ciudad de Santa Fe.
Estos encuentros de fe y vida compartida pueden seguirse a través de Facebook live, en la página de la Basílica de Guadalupe
En primera persona
«Soy Hna. María Cristina Ruiz Alvaredo y tengo 50 años, de los cuales 30 en Nazaret, en los que he vivido, amado, sufrido en y por la eucaristización de mi propio corazón y de las distintas realidades en las cuales el Señor me regaló vivir.
Siendo adolescente experimenté, de una manera muy fuerte, el amor fiel de Jesús, como amigo que no falla. Ese amor fue creciendo en mí y de tal manera llenaba mi vida que me movía a hacer que otras personas lo conocieran. El sacerdote con el que me confesaba me preguntó: “¿no pensaste en ser religiosa?”, a lo que respondí que no, que ese no era mi camino, que yo soñaba con formar una familia y ser buena cristiana. Pero la pregunta quedó dando vueltas y vueltas.
La experiencia y la pregunta batallaron largo tiempo en mi mente y mi corazón, hice mil cosas para sostener el proyecto de «ser buena cristiana», pero como ésta era una cuestión de Amor (así con mayúsculas), Jesús venció y una tarde lluviosa de noviembre bajé la guardia, tomé la decisión más difícil y a la vez la que más libertad me regaló en toda mi vida: ser religiosa.
Después de un tiempo de acompañamiento, el 19 de marzo de 1990 ingresé en Nazaret, con una extraña mezcla de alegría por la vida que abrazaba y dolor por todo lo que dejaba. Pero el sí era más fuerte y más fecundo que el no, y de esta manera emprendí, o mejor dicho emprendimos (Jesús y yo) un camino tan diferente al soñado como tan rico y enriquecedor.
Así pasaron muchos años, lugares, personas, situaciones en los cuales fui profundizando en la riqueza y necesidad del sueño de san Manuel: volver a un pueblo loco de amor por Jesús Eucaristía. En cada lugar descubrí y viví una faceta nueva y fascinante de nuestro carisma y vi de cuántas maneras puede ser vivido.
En este momento de mi vida descubro la fuerza reparadora que tiene vivir en la confianza plena en Jesús, «porque es Jesús», como diría nuestro fundador. He comprobado que no son mis fuerzas, ni mis criterios, ni mis… todos los mis y míos que me llenan de falsas seguridades, lo que da vida y sentido, sino solo estar enraizada en Jesús, roca firme.
Mi mensaje, especialmente para quienes están sufriendo, es que se dejen encontrar por Jesús Eucaristía, que nuestro Dios cumple sus promesas. Nos dijo «estaré con ustedes todos los días» y está, está para ser nuestro amigo, nuestra salud, nuestro aliento en el camino, y el alimento que nos fortalece en todos los vaivenes de la vida».